miércoles, 16 de febrero de 2011

Cómo me inicié en la locución (parte V)

Por: Jaime Rodríguez

Por favor, silencio

Pasó lo que tenía que pasar. Corría la mañana del domingo 24 de octubre de 1993. El nuevo “locutor” de Stereo 105, el que solo tenía autorizado decir la hora, se las ingeniaba para agregar algo a cada intervención, quizá por pasarse de listo o creyendo que era necesario hacerlo. Había transcurrido la mitad de la mañana cuando se apareció una persona en la radio, quien se identificó como Raúl Robles. Era el técnico de la emisora y uno de los propietarios.

-Buenos días.

-Buenos días.

-Soy Raúl Robles. ¿Sos vos el que ha estado hablando en la emisora durante toda la mañana?

-Eh…sí.

-Por favor ya no hablés. Usá el cartucho con la hora grabada y si querés seguir practicando la locución, pedile a Salvador un turno en la noche. Cuando uno comienza comete muchos errores.

Robles vivía en Villa Nueva, a unos 40 Kms. de Escuintla, e iba escuchando la radio en su automóvil. Es una persona muy disciplinada y exigente consigo mismo, lo cual le daba la solvencia para exigirle calidad a sus trabajadores.

El día lunes, me presenté para platicar con el señor Salvador García (Director de la emisora) y contarle lo sucedido.

-Ya me enteré de lo que pasó ayer- me dijo.

-Entonces, le puedo ofrecer el turno de 00:00 a 04:00 horas para que siga anunciando la hora. Podemos alternar el turno con Giovanni Colocho. Y los domingos que le corresponde cubrir de día, únicamente se dedica a operar.

Acepté la propuesta. Empecé a cubrir el turno de madrugada. El día que me tocaba cubrir llegaba a dormir a las instalaciones de la radio. A la media noche, Wagner Guerra, quien cubría desde las 18:00 horas, me despertaba y a partir de ese momento agentes de seguridad, trabajadores de los distintos ingenios de la costa sur, policías y cualquier noctámbulo escuchaban música y se enteraban de la hora, gracias a Jaime Rodríguez, quien la anunciaba entre canción y canción. Stereo 105 era la única radio en Escuintla que trabajaba las 24 horas, por lo tanto me confortaba saber que alguien iba a escucharme.

En efecto, había alguien que siempre me escuchaba. Es más, se despertaba a la media noche solo para escucharme: Mi padre. Claro, había que escuchar al “locutor” de la familia. Luego me mostraba los cassettes que grababa.

Fue así como empecé a enamorarme de la profesión y cuando decidí lanzarme a su conquista. Empecé a poner más atención a los locutores que me gustaba escuchar, trataba de imitarlos, buscaba material de ayuda y tropecé con otro obstáculo: el egoísmo de algunos compañeros de más experiencia, pero de eso hablaré en una próxima publicación.

lunes, 7 de febrero de 2011

Cómo me inicié en la locución (parte IV)

Por: Jaime Rodríguez

Mi entrada al mundo de la radio

¿A alguien se le ha ocurrido ir a una radio a pedir trabajo como locutor, sin saber ni papa de locución? Sí. A mí. Sigo en el año 1993. Septiembre, aproximadamente. Mi amigo y compañero de estudio, además locutor de Stereo 105, Alex Aguilar ya se había tomado el tiempo y había tenido la paciencia para enseñarme a operar en una cabina de radio. Pero, por razones personales, él ya no podía continuar trabajando en dicho medio de comunicación. Me contó su idea de renunciar y que esa podía ser una buena oportunidad para que yo entrara. Me recomendó platicar con el Sr. Salvador García, director de la mencionada emisora escuintleca.

Ni dos veces. Ese mismo día, saliendo de estudiar fui directo a la radio. Llevaba conmigo el cassette de las grabaciones de “Garfield y sus amigos” que habíamos hecho con mis compañeros de carrera en el curso de publicidad. Yo era el “locutor comercial” en aquella artesanal producción. García fue muy amable al atenderme. Me identifiqué como amigo y compañero de Aguilar; le dije que me llamaba la atención la radio y que buscaba una oportunidad para aprender a operar. Pero… que llevaba un cassette con algunas grabaciones que había hecho, como tarea en mi carrera de Perito en Mercadotecnia y Publicidad. Lo escuchó y fue claro en decirme que si surgía una oportunidad sería como operador, nada más.

Empecé esa misma noche. Había pedido oportunidad para aprender, pero, en realidad, lo que quería era pulirme.  Al salir de estudiar, me dirigía a la radio, practicaba durante unas dos horas y luego salía a tomar el bus para Palín. Habían pasado dos semanas, aproximadamente, cuando García me llamó a su oficina para contarme lo que yo ya sabía: Alex Aguilar había renunciado a la radio. Me ofreció el turno dominical, de 06:00 a 14:00 horas. Cómo negarme a aquella oportunidad. Primero, porque era mi entrada al mundo que hoy es mi vida. Segundo, porque me autorizaba “hablar”, eso sí, solo tenía autorizado decir la hora. Había funcionado lo del cassette.

Aquel domingo 3 de octubre de 1993 quedó inscrito en mi memoria con carácter de imborrable. Estaba cubriendo mi primer turno en radio. Había que aprovechar la oportunidad de hablar, así que, después de cada canción, los y las oyentes de aquella emisora escuchaban la hora en la voz de Jaime Rodríguez. Aunque la radio contaba con un cartucho en donde estaba grabada la hora, cada cinco minutos, en la reconocida voz del locutor Carlos Azurdia, eso no era de mi interés en aquella ocasión. El autorizado para dar la hora era yo. Hubiese sido un golpe muy duro que alguien llegara a darme la orden de ya no hablar.


Lee "Cómo me inicié en la locución (parte III)" aquí


Lee "Cómo me inicié en la locución (parte II)" aquí


Lee "Cómo me inicié en la locución (parte I)" aquí

viernes, 4 de febrero de 2011

Cómo me inicié en la locución (parte III)

Por: Jaime Rodríguez

Mi primer contacto con la radio fue de la forma menos imaginada. Fue por el deseo de  tener unas calcomanías de cigarrillos Rubios. En el año 1993, Radio Palmeras, que en esa época ya estaba en FM y se identificaba como FM 93, hizo una promoción con esta marca de cigarrillos. La mecánica era la siguiente: había que llevar cinco cajetillas vacías a la radio y mencionar la frase “Radio Palmeras, donde la salsa suena a pueblo”; el premio eran cinco calcomanías.

Empecé a juntar las cajetillas. Me faltaban dos. Saliendo de Merca (el instituto donde estudiaba) me las encontré tiradas en la calle. Me acompañaba mi compañero de clases Víctor Par, y decidimos ir de una vez por las calcomanías. La radio nos quedaba cerca. Llegamos y desde la puerta vi la cabina de la radio y empezó a hacerme ruido la idea de estar en un lugar así. Hasta ese momento era lo más cerca que había estado de una cabina de radio.

Luego, como tarea del curso de Publicidad, debíamos realizar algunas grabaciones. Cada grupo tenía que hacer un programa de TV, como pudiera. La nuestra era un simpático episodio de “Garfield y sus amigos”. Nos distribuimos el trabajo de grabación entre mis compañeros de grupo, Fredy Garrido, Víctor Garrido, Rony Hernández, Víctor Par y yo. Unos harían las voces de los personajes y yo era el que presentaba el episodio y el de los anuncios del programa. Empezó la tarea de buscar donde grabar. Fue el señor Héctor Alfonso Portela, director de Radio Escuintla quien, amablemente, nos apoyó. Curiosamente el estudio de grabación era la cabina misma. Durante el tiempo que duraba un noticiero llamado “Comando Informativo”, con el cual encadenaba la radio, cambiaba las conexiones y convertía la cabina en estudio de grabación.

Nos citó, aquel día, para las 18:00 horas. Llegamos y, por primera vez me vi dentro de  una cabina de radio. Me senté y les dije a mis compañeros, en tono de broma: “aquí voy a estar algún día”.  

Crecía mi curiosidad por saber cómo era el trabajo en una emisora. Esa misma curiosidad fue la que me impulsó a solicitarle a mi compañero de estudios Alex Aguilar, visitarlo un domingo a su turno en Stereo 105. 

Aguilar trabajaba de lunes a sábado de 18:00 a 00:00 horas, y los domingos de 06:00 a 14:00 horas en la mencionada emisora. Aceptó y el domingo, a eso de las 09:00, estaba yo en la radio. Entendía poco de lo que él hacía. Miraba unos “casetones” que, luego me aclaró, eran cartuchos. Además veía que colocaba los discos en las tornamesas, los limpiaba, los hacía sonar en cue,  los regresaba; en fin, me empezó a interesar aprender todas esas maniobras.
Inició mi serie de preguntas. 

-¿Qué hacés con los discos? 

-Los estoy centrando para que la canción no salga “rasgada” al aire.

-¿En qué momento ponés anuncios?

-Cada 15 minutos. Aquí hay una pauta en donde mirás qué anuncios deben sonar a qué hora.

-Esos “casetones”, ¿Cómo se llaman?

-Son cartuchos.

Y así, seguí haciéndole preguntas.

Estuve con Aguilar hasta el final de su turno y le dije: -¿Puedo venir el próximo domingo? La idea de trabajar en una radio ya la tenía más clara. 

Llegué durante varios fines de semana, hasta que Aguilar me enseñó a operar (poner la música, maniobrar los viniles, los comerciales, la hora grabada, atender el teléfono; todo menos hablar.) Ya podía operar, pero todavía no era parte de la radio. Y, ¿ahora qué?


Lee "Cómo me inicié en la locución (parte II)" aquí


Lee "Cómo me inicié en la locución (parte I)" aquí


Lee "Cómo me inicié en la locución (parte IV)" aquí